Caminando
a la deriva iba, aunque con un difuso objetivo que cada vez se hacía más
preciso y metamórfico.
El frío encantador que solo él sentía en cada segundo
siempre lo llenó de felicidad, pero en este caso es diferente, una situación
paralela lo volvía un tormento.
No sentía la necesidad de expresarlo, sabía que no servía de nada estar mal,
pero era correcto estar así.
El se lo había buscado, quería remediarlo, tan diferente no era. Puertas
entreabiertas se cerraban y abrían, depende la situación. Personas felices se
llegaba a ver desde las ventanas. Estuvo en varios hoteles, pero eran de
pasada, no llegaban a ser lo que quería.
Ahora se encuentra en la calle, con una campera que lo cubre del frío, con dos
oídos para escuchar problemas, un gorro y cuerdas vocales esperando aconsejar y
pedir ayuda.