miércoles, 7 de agosto de 2013

Inesperado verano

Recorriendo su camino, iba él con un abrigo, pensando en el río, aunque la ciudad era su nido. Ella desconcentrada, caminaba sin prisa, salió a despejar su alma.
Él la vió, mejor dicho, la volvió a ver, y en un segundo volvió a recordar como se sentía tocar su piel. Ella se dio cuenta y se dio vuelta, era imposible olvidar su perfume, mostró una sonrisa, y le hizo una seña que lo confunde. Empezaron a hablar sin presentarse, siempre fueron así,  a la ida y al marcharse.
Eran uno, siempre lo fueron sin saberlo, el destino a su antojo acomodaba los reencuentros. Del beso en los labios al despedirse pasaron a la mejilla, no hubo un “chau”, un “hasta luego”, seguramente se encontrarán de nuevo.

-“¿Cómo te llamabas?” -“¿Eso importa?”